Tumores Ginecológicos
Los quistes en el ovario
Enfermedad femenina.
Es un sistema para clasificar la gravedad del cáncer que incluye datos sobre su tamaño, su extensión a otros órganos o el tipo de células que lo forman. Se usan como criterios de extensión los de la FIGO (Federación Internacional de Ginecólogos y Obstetras). Para este procedimiento es necesario realizar un exámen físico, exploraciones radiológicas y estudios de biopsias.
Ovario
Los diferentes estadios en los que se puede encontrar un cáncer de ovario son:
- Estadio I: el tumor sólo afecta a uno o los dos ovarios.
- Estadio II: el cáncer no se limita a los ovarios, pero sigue estando dentro de una zona limitada por la pelvis (útero, vejiga o recto).
- Estadio III: el cáncer se ha extendido al peritoneo (revestimiento del abdomen) y/o a los gánglios linfáticos.
- Estadio IV: metástasis a distancia, es decir, en otros órganos del cuerpo.
Útero
En el cáncer de útero se pueden distinguir las siguientes fases:
- Estadio I: Cáncer de útero que permanece sólo en el cuerpo central de este, es decir, que no se ha extendido al cuello.
- Estadio II: el tumor invade el cérvix.
- Estadio III: El cáncer se localiza en zonas fuera del útero, pero dentro de la zona de la pelvis (aunque no en la vegija o el recto). Por ejemplo en los gánglios linfáticos.
- Estadio IV: La vejiga y el recto se ven afectados. Este estadio también abarca las metástasis en otras zonas del cuerpo.
Cuello del útero (cérvix)
- Estadio I A: tumor microscópico limitado al útero.
- Estadio I B: El tumor se puede ver a simple vista y se limita al útero.
- Estadio II: El cáncer se extiende más allá del útero pero no llega a la pared pélvica. Este estadio también abarca aquellos tumores que ocupan menos de un tercio de la vagina.
- Estadio III: Aquí se encuentran los tumores que han invadido la pared pélvica y/o menos de un tercio de la vagina y aquellos que han causado un fallo en el riñón.
- Estadio IV A: El cáncer llega a la vejiga o el recto o se extiende más allá de la pelvis.
- Estadio IV B: Metástasis a distancia, en otros lugares del cuerpo.
Un estudio realizado por investigadores británicos y franceses ha llegado a la conclusión de que el uso de la píldora como anticonceptivo puede favorecer la aparición de cáncer de cuello del útero. Y es que este fármaco no impide el contagio, durante las relaciones sexuales, de virus como el papiloma humano o bacterias como la clamidia, cuya infección puede degenerar en cáncer.
Este riesgo aumenta en función del tiempo durante el que se ha consumido la píldora. Las féminas que han empleado anticonceptivos orales durante menos de cinco años tienen un 10% más de probabilidades de padecer un tumor de cérvix, mientras que en aquellas que los han usado entre cinco y nueve años el porcentaje puede llegar al 60%.
Recibir la vacuna para inmunizarse frente al virus del papiloma humano antes de comenzar una vida sexual activa parece que también podría evitar o, al menos, reducir las posibilidades de contraer el cancer de cérvix, según los últimos estudios al respecto.
Fumar y mantener relaciones sexuales antes de los 18 años así como alternar muchas parejas sexuales distintas favorece tambíen la aparición de estos tumores. Si el hombre ha mantenido relaciones con una mujer que padece cáncer de cervix el riesgo aumenta porque tienen más probabilidades de haber sido contagiados con un virus.
En el caso del cáncer de útero, la edad avanzada, haber sufrido hiperplapsia endometrial (un crecimiento descontrolado de las células del endometrio), la terapia hormonal sustitutiva durante la menopausia o un cáncer colorrectal previo también son factores de riesgo. Además, los resultados de los últimos estudios realizados aseguran que las mujeres obesas corren un mayor peligro y las blancas son más propensas que las de origen africano.
Ciertos aspectos en la vida de una persona nos pueden ‘avisar’ de la posibilidad de tener cáncer de útero.Estos factores son los siguientes:
1- Si se tiene familiares cercanos (hermana, madre, abuela) con el mismo tipo de tumor, aumentan las posibilidades de padecerlo. Cuanto mayor sea el número de parientes con un cáncer de este tipo mayores son los riesgos. Los cánceres de mama o de colon en familiares, o en la propia persona, también están relacionados con la aparición del cáncer de ovario.
2- Las mujeres de más edad son las más propensas a desarrollar cáncer de ovario. La mayor tasa de cánceres de este tipo se encuentra en pacientes de más de 50, alcanzando el máximo a partir de los60.
3- También las mujeres que nunca han tenido hijos tienen más posibilidades de desarrollar un cáncer de ovario; de hecho, es inversa la relación entre el número de hijos y el cáncer de ovario.
4- Los medicamentos para la fertilidad y la terapia hormonal sustitutoria que se aplica para controlar los síntomas de la menopausia, también son factores de riesgo, aunque en menor medida que los anteriores. En la actualidad se están llevando a cabo diversos estudios que han confirmado esta hipótesis por lo que cada vez se recurre con más cuidados a este tipo de medicamentos.
5- Es fundamental mantener una alimentación sana: hay estudios que hablan del exceso de grasa como factor que aumenta el riesgo de cáncer de útero y se sabe que la vitamina A ayuda a prevenir el cáncer de cérvix.
El síntoma más común del cáncer de útero y de cerviz es la hemorragia vaginal anómala. En un principio este sangrado es un fluido muy acuoso en el que la cantidad de sangre va siendo mayor. Hay que tener cuidado para no confundirlo con el inicio de la menopausia, en caso de que coincida con este periodo de la vida. Otros signos son el dolor durante el acto sexual o al orinar, o una molestia general en el área pélvica.
El problema del cáncer de ovario es que estos síntomas aparecen demasiado tarde, por lo que cuando se detecta, la enfermedad ya está en un estado muy avanzado y tiene muy difícil solución.
Entre las técnicas más utilizadas para detectar los cánceres del aparato reproductor femenino destacan las siguientes:
- El exámen de pelvis: lo realiza manualmente el médico y abarca el útero, la vagina, ovarios, trompas de falopio, vejiga y recto. En el caso de que fuera detectada una anomalía en la forma o tamaño de estos órganos se pasaría a utilizar técnicas de imagen como la ecografía.
- Según un estudio publicado por la revista de la Asociación Americana de Medicina, es recomendable combinar la citología vaginal con un test de papilomavirus, ya que un 93% de las mujeres con cáncer en el cuello del útero están infectadas por este virus. También hay una vacuna que ha dado resultados positivos a la hora de proteger a las mujeres de contraerlo. Los médicos recomiendan vacunarse antes de comenzar una vida sexual activa.
- En el cáncer de cervix y de útero se utiliza un método especial llamado el test de papanicolau o citología. Esta prueba, que no causa dolor, se lleva a cabo para detectar posibles cambios en el cervix. No se trata de una prueba diagnóstica, como es una biopsia, ya que en ningún caso permite excluir por sí sola el diagnóstico de cáncer. La primera citología con test de papanicolau debe hacerse a los 3 años de iniciar las relaciones sexuales vaginales, y en caso de duda, nunca más tarde de los 21 años. La periodicidad de la prueba debe ser anual, excepto en el caso de que se empleen las últimas generaciones de ‘tests’, mucho más exactas y que permiten una única evaluación cada dos años. El momento ideal para realizarse la prueba es de 10 a 20 días tras el primer día de regla.
- En caso de que el test resulte positivo, se repetirá y se llevará a cabo otro tipo de pruebas como labiopsia, para la cual se utiliza anestesia. Esta consiste en extraer tejido de la zona en la que se sospecha que se encuentre el cáncer para que un patólogo lo analice. Esta técnica de detección se utiliza para los tres tipos de cáncer.
- Otras pruebas son el enema de bario, escaners, rayos X y un largo etcétera que vendrá dado por el tipo y el estadio del cáncer.
Según el tipo de tumor y el estadio en el que éste se encuentre, se aplica un de tratamiento diferente. La salud y la edad del paciente también son decisivas a la hora de escoger la estrategia de tratamiento. Las técnicas son muy diversas y se pueden utilizar de manera aislada o combinadas.
La cirugía es el tratamiento más común, permite eliminar las células cancerosas y, en caso de ser necesario, retirar los ovarios, trompas de falopio u otros órganos que se hayan visto afectados por el cáncer o una metástasis. En caso de que lo extraído sea el útero la técnica se denomina histerectomía. También los ganglios linfáticos pueden ser retirados mediante cirugía.
Tras la operación, la paciente sentirá inicalmente dolores abdominales que pueden atenuarse con fármacos. También experimentará dificultades o molestias al orinar. Cuando los ovarios o el útero han sido retirados además de los dolores físicos la mujer suele tener una etapa emocionalmente difícil; no va a poder tener hijos, y en este momento otra pareja que haya pasado por la misma situación o alguien con quien hablar se convierte en una necesidad fundamental. Además, se produce una menopausia brusca que provoca muchos síntomas y molestias, más intensas que las de la menopausia natural que es más lenta y progresiva. Para esto existen tratamientos como las terapias hormonales sustitutorias. Pero los últimos experimentos han puesto en entredicho estos tratamientos, ya que pueden fomentar la aparición de otros cánceres.
La radioterapia suele complementar a la cirugía; esta técnica emplea radiaciones de alta energía para matar a las células cancerígenas. Para el tratamiento con radioterapia externa la paciente ha de acudir durante un periodo de 4 a 6 semanas, de lunes a viernes, al hospital. Otro posible modo de aplicar la radioterapia es la implantación de una cápsula con sustancias radioactivas en la zona del tumor. En algunos casos se recurre a otro método denominado terapia de radiación intraperitonal en el que se inyecta un líquido radioactivo directamente en el abdomen a través de un catéter.
Los efectos secundarios de la radioterapia dependen del tipo y la cantidad de ésta que haya recibido la paciente. Los más comunes son sequedad y picores en la piel de la zona tratada, pérdida de apetito y una enorme sensación de cansancio. En el caso del cáncer de cérvix o de útero la mujer sentirá sequedad y picor en la vagina, por lo que puede sentir dolor durante el acto sexual. Además muchos médicos recomiendan no mantener relaciones mientras dura el tratamiento.
La quimioterapia se utiliza en menor medida. La paciente recibe medicamentos por vía oral o intravenosa que destruyen las células cancerosas que hayan podido quedar tras la radioterapia o la cirugía. Al igual que la radioterapia se puede aplicar también a través de un catéter. Los avances en la investigación están consiguiendo que surjan medicamentos cada vez menos agresivos para el paciente y más tóxicos para el tumor que reducen los efectos secundarios negativos.
El principal problema de la quimioterapia es que destruye tanto las células malignas como las sanas. Por lo tanto, la paciente está más baja de defensas con lo que corre el riesgo de padecer enfermedades infecciosas y sentirá que tiene menos energía. Además puede provocar daños en el riñón y otros órganos importantes.
Otro complemento es la hormonoterapia ya que estos tumores aumentan o disminuyen en función de los niveles de hormonas. El aumento de peso o los cambios en la menstruación son algunos de los efectos secundarios.