Cáncer de Próstata
Órgano Glandular
Se trata de un tumor maligno que se desarrolla en la glándula prostática.
El cáncer de próstata es el segundo tumor más frecuente hombres, por detrás del cáncer de pulmón. En todo el mundo se diagnostican unos 700.000 nuevos casos al año; lo que representa el 11,7% de todos los tumores masculinos.
En España se detectan unos 13.300 casos anuales, lo que supone casi el 14% de todos los tumores en hombres. Anualmente se producen en nuestro país alrededor de 6.000 muertes por este diagnóstico (el 10% de todos los fallecimientos por cáncer entre varones)
En comparación con otros países desarrollados, la tasa española es baja (36 nuevos casos por cada 100.000 habitantes), pero la enfermedad muestra una tendencia al alza desde la década de los 90.
Mientras en estos los países en vías de desarrollo es el sexto tumor más habitual (por detrás del cáncer de pulmón, estómago, hígado, esófago y colon), en los países desarrollados su frecuencia ha aumentado muy rápidamente en la última década, probablemente por el diagnóstico precoz, y en muchos países es el primero en frecuencia entre los hombres, muy por delante del cáncer de pulmón (Norteamérica, Australia y Europa del Norte principalmente).
Las tasas de supervivencia indican que, en el mundo occidental, el 92% de los varones diagnosticados sobrevive al menos cinco años después de su diagnóstico; y el 67% supera los 10 años. El pronóstico de la enfermedad mejora cuando se detecta a tiempo, y se calcula que un 58% de los tumores se diagnostica en esta fase aún localizada.
Se desconocen las causas del cáncer de próstata, aunque sí se han identificado factores de riesgo que aumentan la probabilidad de padecer la enfermedad. Los más interesantes son aquellos que, como la dieta, se pueden modificar.
Edad: la probabilidad de tener cáncer de próstata es muy rara antes de los 40 años, pero aumenta considerablemente a partir de los 50. Más del 80% se diagnostica en hombres mayores de 65 años.
Raza: es más frecuente en hombres de raza negra.
Nacionalidad: es más común en América del Norte y en Europa Noroccidental y menos frecuente en Asia, África, América Central y América del Sur.
Dieta: las grasas parecen tener un papel en el cáncer de próstata, favoreciéndolo. Algunos estudios han puesto énfasis en que los hombres que comen más grasas, comen menos cantidad de frutas y verduras y que puede ser esto lo que aumente el riesgo de cáncer y no el hecho de comer grasas. Parece ser que los licopenos, que se encuentran en niveles altos en algunas frutas y vegetales, disminuyen el riesgo de enfermar de esta clase de cáncer. El consumo continuado de fitoestrógenos, como los contenidos en la soja, podrían disminuir la incidencia del cáncer de próstata. Aunque no existen pruebas concluyentes, puede que la menor incidencia del cáncer de próstata en los países asiáticos esté relacionada, al menos en parte, con este factor dietético.
Actividad física: realizar una actividad física regular y mantener un peso adecuado ayudan a disminuir el riesgo de cáncer de próstata.
Alteraciones genéticas: hasta el momento se han relacionado varios genes en el desarrollo del cáncer de próstata, pero todavía no se ha determinado cuáles son los verdaderamente importantes. Aunque no se trata de una clase de cáncer en la que la herencia juegue un papel esencial, los familiares de primer grado de un enfermo, como hijos o hermanos, tienen el doble de riesgo que la población general. Los genes BRCA pueden heredarse con mutaciones, lo que confiere un riesgo muy elevado de que las mujeres padezcan cáncer de mama u ovario. Los hombres que pertenecen a estas familias y que han heredado una copia errónea del gen, también tienen más probabilidades.
Actividad hormonal:la testosterona es la principal hormona masculina y, en un principio, “dispara” el crecimiento del cáncer de próstata, pero cuando este tumor está en una fase avanzada, la testosterona consigue detener el crecimiento. Las razones de esta actividad no se conocen todavía pero existen estudios que están investigando la función de la testosterona para emplearla en la lucha contra este tipo de cáncer.
Se ha discutido mucho la posible relación entre la vasectomía y la frecuencia eyaculatoria con el cáncer prostático. Algunos estudios antiguos señalaban que la vasectomía aumentaba la probabilidad de padecer la enfermedad, mientras que eyacular con frecuencia la disminuía. Los estudios más modernos han desacreditado estas relaciones de causa-efecto.
La prostatitis crónica, en cambio, sí que parece favorecer la aparición del cáncer de próstata, si bien la cuantía del efecto parece bastante modesta.
La hipertrofia prostática benigna (o HPB) es el agrandamiento de la glándula que experimentan muchos hombres al envejecer. A veces, la hipertrofia ocasiona molestias relacionadas con el flujo de la orina y por eso se decide extirpar la próstata. Sin embargo, la hipertrofia y el cáncer no están relacionados entre sí, de manera que la HPB no se maligniza. Otra cosa distinta es que el cáncer pueda aparecer en un hombre con HPB, exactamente con la misma probabilidad que en otro sin ella. En suma, todos los varones deben seguir las mismas pautas de diagnóstico precoz del cáncer de próstata, independientemente de si el tamaño de su glándula es normal o está elevado.
Muchos de estos factores no pueden cambiarse, pero otros, como la dieta o la actividad física, sí.
La Sociedad Americana del Cáncer recomienda disminuir la ingestión de grasas y elegir muchas comidas de origen vegetal. Se recomienda comer cinco o más raciones de frutas y vegetales, también es aconsejable la ingestión frecuente de pan, cereales, productos de granos, arroz y pasta.
La dieta mediterránea tradicional ayuda a prevenir este tipo de cáncer.
En las primeras etapas del cáncer de próstata no suelen darse muchos síntomas.
Los síntomas más frecuentes son:
- Necesidad de orinar frecuentemente y, sobre todo, por la noche.
- Dificultad para comenzar la micción o detenerla.
- Incapacidad para orinar.
- Interrupción del flujo de orina o débil.
- Micción dolorosa o sensación de quemazón.
- Dificultad para tener una erección
- Eyaculación dolorosa.
- Sangre en orina o semen.
- Dolor frecuente o sensación de tensión en la parte inferior del abdomen, en caderas o en la parte superior de los muslosCualquiera de estos síntomas pueden presentarse cuando existe cáncer pero también con cualquier otro problema menos serio. En realidad, es mucho más frecuente que cualquiera de estas molestias esté relacionada con la hipertrofia prostática benigna que con el cáncer, por lo que no debe cundir el pánico si se presentan, pero es conveniente consultar con su médico.El cáncer de próstata crece muy lentamente, por esto no varía mucho el índice de supervivencia si se detecta muy pronto y se pone tratamiento o si se hace algo más tarde, siempre que el tumor no se haya propagado más allá de esta glándula.El diagnóstico precoz del cáncer de próstata se basa en las visitas periódicas al urólogo, el tacto rectal, la determinación de la PSA, la ecografía transrectal y la biopsia. Lo cierto es que la utilidad del diagnóstico precoz del cáncer prostático dista de estar tan bien demostrada como, por ejemplo, la de la mamografía con respecto al cáncer de mama.Está claro que acudiendo al urólogo el cáncer se diagnostica en una fase algo más temprana. Sin embargo, algunos estudios indican que la probabilidad de curarse del cáncer es la misma si lo diagnostica el urólogo antes de que aparezcan los primeros síntomas o algún tiempo después, cuando el paciente consulta por esas molestias. En cualquier caso y por un principio de prudencia, muchas asociaciones de urología y oncología sí que recomiendan la visita anual al urólogo empezando alrededor de los 50 años.Las pruebas fundamentales que se realizan en la visita rutinaria son el tacto rectal y la determinación de la PSA en el análisis de sangre. Si se observa alguna anomalía, la primera prueba que se suele hacer a continuación es la ecografía transrectal.La próstata está situada justo por delante del recto, de modo que la manera más fácil de observarla con detalle consiste en introducir una sonda de ultrasonidos en los primeros centímetros del recto, a través del ano. La ecografía transrectal informa del volumen, forma y contenido de la próstata. Si se aprecia algo con posibilidades de ser un tumor, se practica una biopsia mediante la inserción de una aguja, también a través del ano.
El tratamiento presenta menos ventajas a los hombres mayores de 70 años que a otros más jóvenes. Esto es debido a que los más mayores tienen más posibilidades de morir por otra causa que no sea el cáncer dada la lentitud de su evolución natural. Además, estos tratamientos pueden producir impotencia e incontinencia con lo que la forma de vida de los afectados puede deteriorarse gravemente.
Algunos enfermos mayores con cáncer de próstata deciden esperar y vigilar el curso de la enfermedad antes de someterse a algún tratamiento. En muchas ocasiones, el tumor permanece espontáneamente estabilizado durante largos periodos de tiempo. Si la vigilancia es correcta y se actúa pronto en caso de progresión, esta actitud de ”ver y esperar” no empeora el pronóstico.
Los tratamientos que se suelen emplear son los siguientes:
Prostatectomía radical: con esta operación se extirpa toda la glándula prostática junto con algunas estructuras cercanas, como las glándulas seminales, y se utiliza cuando el cáncer no se ha propagado más allá de la próstata.
Se puede realizar con anestesia general o anestesia epidural.
Existen dos formas de realizar esta intervención, una la prostatectomía retropúbica radical y otra la prostatectomía perineal radical. En la primera la incisión quirúrgica se realiza por el abdomen inferior. En la segunda, la incisión se realiza entre el escroto y el ano. Con esta última, no se pueden extirpar los ganglios linfáticos.
La glándula prostática está rodeada de nervios que hay que revisar durante la intervención para comprobar que no estén afectados. Si lo están, habrá que extirparlos, si no, se conservarán aumentando con ello las probabilidades de no sufrir impotencia tras la operación.
El tiempo de la intervención es de una a cuatro horas. El paciente estará hospitalizado durante cuatro o cinco días y tendrá que estar de tres a cinco semanas sin trabajar.
Por lo general, se llevará una sonda urinaria durante 10 ó12 días después de la intervención, tras este período se retirará la sonda.
Resección transuretral de la próstata: consiste en una extirpación parcial de la próstata, la parte que se encuentra rodeando la uretra.
Este tipo de intervención se realiza en hiperplasias benignas de próstata y también en aquellos pacientes con cáncer prostático que no pueden ser sometidos a resección total. Se utiliza para aliviar los síntomas que presentan estos pacientes pero no para curarlos.
La intervención se realiza mediante un instrumento que se introduce por uretra. Éste lleva insertado un pequeño metal que al calentarse corta la parte de tejido maligno. Se emplea anestesia general o epidural. La operación dura aproximadamente una hora.
Tras la intervención, la orina es conducida, a través de un catéter, desde la vejiga al exterior. Se mantendrá la sonda durante dos o tres días y luego se retirará.
El paciente podrá incorporarse a sus hábitos normales de vida tras una o dos semanas.
Criocirugía: consiste en congelar las células cancerosas para mantener localizado el cáncer. Se realiza colocando una sonda, a través de una incisión en la piel, entre el ano y el escroto.
Para localizar el lugar donde tiene que insertarse, se utiliza una ecografía transrectal.
Al mismo tiempo se introduce otra sonda por uretra, por la que se pasa suero salino tibio para que la uretra no se congele.
Esta técnica tiene que realizarse con anestesia epidural.
En la intervención se colocará un catéter en vejiga, a través de una incisión en la piel para que la orina salga sin problemas pues, tras la intervención, la próstata se inflama. Esta sonda se mantendrá durante una o dos semanas, tras las cuales se retirará y el hombre podrá orinar normalmente.
Esta técnica se suele emplear en aquellos pacientes que, por sus condiciones físicas, no pueden soportar una cirugía o un tratamiento con radioterapia.
Radioterapia: La radioterapia consiste en el empleo de rayos de alta energía, como rayos X, para destruir o disminuir el número de células cancerosas. Es un tratamiento local.
Se desarrolla a lo largo de unos días (los que el oncólogo y el radiólogo hayan creído convenientes), y el paciente va de forma ambulatoria a la clínica o sala donde se realice la radioterapia; no tiene que estar ingresado para ello.
En sí, el tratamiento dura unos minutos cada día. No es doloroso sino que es algo parecido a una radiografía sólo que la radiación es mayor y está concentrada en la zona afectada.
Los efectos secundarios de este tratamiento son inflamación, enrojecimiento y sequedad como después de una quemadura solar, que suelen desaparecer tras seis o 12 meses.
Braquiterapia: consiste en un tipo de radioterapia interna. Se utilizan unas pequeñas partículas, del tamaño de un grano de arroz, que son insertadas en la próstata. Estas partículas son radiactivas y emiten radiación durante semanas o meses. No producen dolor, su tamaño es muy pequeño, su presencia ocasiona poca incomodidad. Puede que durante una semana después de su colocación, la persona presente dolor en el área perineal y un color de orina rojo-pardo.
Hoy día la radioterapia, ya sea externa o braquiterápica se ha convertido en una alternativa a la cirugía. No es aplicable a todos los casos, pero es capaz de curar a muchos pacientes sin necesidad de cirugía y con una probabilidad menor de sufrir secuelas permanentes, como impotencia o incontinencia. Si sucede una recaída tras la irradiación, se puede curar mediante la cirugía.
Tratamiento hormonal: consiste en disminuir los niveles de andrógenos, hormonas masculinas porque éstas provocan un crecimiento de las células cancerosas. Al disminuir los niveles de estas hormonas, se pueden reducir o hacer que crezca más lentamente el cáncer pero no se cura.
Este tratamiento se utiliza con aquellos pacientes que tienen un cáncer de próstata extendido a otras partes del cuerpo. Otra aplicación de las hormonas es el determinado tratamiento adyuvante, en el que se aplican después de una cirugía curativa con la intención de disminuir la probabilidad de una recaída.
La terapia hormonal se puede hacer mediante la extirpación de los testículos o mediante la administración de medicamentos. La primera técnica es muy agresiva y generalmente se suele preferir la segunda.
Los análogos de la hormona liberadora de hormona luteinizante (LHRH) son medicamentos que disminuyen la cantidad de testosterona producida en los testículos. Se inyectan mensualmente o cada tres meses en la consulta de un médico o en un centro de oncología. Los medicamentos que se emplean son el leuprolide y el zoladex.
Después de estos dos tratamientos, se pueden utilizar los bloqueadores de los andrógenos. También se emplean como un tratamiento combinado con los anteriores, siendo más eficaz que cada uno por separado. La combinación de análogos LHRH con antiandrógenos es el tratamiento hormonal más habitual para el tratamiento del cáncer de próstata. Se lo suele denominar con las siglas BAC, que corresponden a Bloqueo Androgénico Completo.
Los antiandrógenos se administran en forma de píldoras, una o tres veces al día.
Quimioterapia: se utiliza cuando el cáncer de próstata se ha extendido fuera de la glándula prostática y cuando la terapia hormonal ha fallado. Con ella no se persigue destruir todas las células cancerosas pero sí reducir los síntomas y retrasar la evolución del cáncer. No se recomienda su uso para las primeras etapas del cáncer de próstata. Hasta hace poco no existían tratamientos de quimioterapia verdaderamente eficaces para tratar el cáncer de próstata resistente a las hormonas. Hoy día existe un medicamento llamado docetaxel. Es un producto que se administra en forma de goteros intravenosos, aplicados cada tres semanas sin necesidad de ingreso
Efectos secundarios de estos tratamientos
Los efectos secundarios más importantes son la incontinencia o incapacidad para controlar la emisión de orina. Los tratamientos para el cáncer de próstata pueden dañar los músculos y los nervios de la vejiga y de la uretra. Esto puede provocar que se escape la orina al toser, reír, o al realizar ejercicios.
La retención urinaria es el efecto opuesto a la incontinencia, aparece al acumularse mucha cantidad de orina en la vejiga. Esto ocurre porque la próstata aumentada de tamaño presiona sobre el conducto uretral impidiendo la salida de orina. También puede ocurrir como consecuencia de la formación de tejido en la cicatriz tras la operación; este tejido bloquea el flujo de orina.
La impotencia o incapacidad para obtener una erección, puede ser otro efecto secundario. Ésta se produce debido a que los nervios, responsables de las erecciones, hayan sido dañados o extirpados por la prostatectomía radical
La radioterapia y la criocirugía también pueden dañar los nervios, pero la incidencia de la impotencia es mucho menor que con la cirugía
La radioterapia puede producir diarrea transitoria con o sin sangre e inflamación del intestino grueso (colitis).
La quimioterapia aplicada al cáncer de próstata ocasiona la caída del cabello en casi todos los casos. Esta alopecia es reversible y el pelo se recupera al suspender el tratamiento. El cansancio y la pérdida de apetito son comunes. En cambio, las náuseas y vómitos aparecen pocas veces y suelen durar pocos días. Durante el periodo de quimioterapia hay que realizar análisis de sangre con frecuencia, ya que podrían disminuir los glóbulos blancos, lo que propicia las infecciones.